sábado, 11 de mayo de 2013

Pensamiento Ecuménico






En cada hombre existe la exigencia de recibir y de dar; en el diálogo la persona hace  experiencia   de sus limitaciones y de la capacidad de superarlas. Todo acto de habla y el mismo silencio expresan el significado de lo impensado que se hace realidad. Comunicar es la manifestación y la capacidad de salir de si para expresar al otro y al mundo lo que es comprensible como manifestación de un don  de orden superior.

Es así que Dios se comunica al mundo y genera un diálogo de amor, entre el amado y quien ama, entre el que dona y el que recibe, el que posee la gracia y el que ha heredado el pecado. Se presenta de nuevo la realidad envolvente de quien llama y quien debería responder.

En el diálogo ecuménico se pueden dar diversas posturas haciendo que este camino no fácil se torne lleno de obstáculos o al contrario lleno de momentos de crecimiento. Una primera instancia  es la visión de algunos sectores del mundo que piensa que ninguna religión es verdadera o que todas son falsas; sin embargo ningún razonamiento podrá rechazar las respuestas que las diversas religiones dan a los enigmas de la condición humana, que pretenden dar respuesta y sentido a los interrogantes más recónditos que ayer como hoy conmueven el corazón de los hombres.

En este sentido se genera un diálogo entre las diversas confesiones para denotar que son verdaderas a la medida que dan respuesta a los grandes enigmas del ser humano, todas estas respuestas se entrecruzan y se fecundan tendiendo hacia una meta: hacer que el hombre encuentre el sentido de su existir, logre su plena humanización, alcance el sentido de lo eterno, el sentido de Dios.

Hoy se ha superado la postura absoluta que afirmaba que sólo una religión es verdadera y todas las demás son falsas; esto queda abolido en el contexto de que somos hijos de un mismo Padre y hermanos en Cristo que anunció a todos su Buena Noticia de Salvación. Lo anterior llama al discernimiento para poder comprender lo que otros llamarían  el pensamiento relativista, al pensar que toda religión es verdadera, para llegar a la sostener difícilmente  que todas son verdaderas.

Una postura interesante se puede encontrar en el ecumenismo cuando se pueda llegar a  pensar   que una manifestación de fe pueda incluir a las demás, reconociendo por lo cual  que cada credo religioso es un plano distinto de una única verdad. Lo que aparenta tolerancia en realidad es un juicio de inferioridad sobre las demás experiencias religiosas que desde Cristo son superadas.

Algo central y que no genera discusión en el movimiento ecuménico se puede llegar a proyectar una postura de respeto por la cual el cristianismo no se siente dueño de la verdad, pero tampoco renuncia a confesar la Verdad que le fue revelada. El diálogo y el testimonio no se excluyen mutuamente, al contrario se acompañan y motivan dentro de la gesta dialógica de la fe.

Todo diálogo entre los cristianos (ecumenismo) y con lo no cristianos (interreligioso) está y estará fundamentado en la afirmación central de que Jesús es el Señor definitivo. Mantener esta convicción (sin miedos no intereses defensivos, sino por buenas razones) no será la negación de lo que hay de semilla de verdad y que el tiempo lo ha sustentado, es tarea concreta de extender la mano al mundo en nombre de Jesús de Nazaret el hombre de toda la historia.

Sin embargo, desde el punto de vista cristiano fiel al Nuevo Testamento, existe la religión verdadera: el Cristianismo (Catolicismo), manifestación última y definitiva de Dios en Jesucristo. Esta presencia de Dios en el Catolicismo no excluye la verdad en otras denominaciones cristianas, en cuanto no contradigan el mensaje Cristo, antes bien se admira y valora todos los esfuerzos y prácticas de la fe que surgen en torno a la experiencia de vida cristiana. 

Al mismo tiempo, gracias al  diálogo, los cristianos se hacen así mismo preguntas que le permiten crecer desde las diversas manifestaciones y expresiones de fe y  se ponen en plenitud de la revelación de Dios presentada desde la Escritura, permitiendo de gran   manera  conocer y de vivir los sacramentos de unidad cristiana que requieren de la   purificación y profundización en el mensaje de salvación.

Es por esto que siempre será necesario trabajar por la búsqueda de la unidad de los cristianos, realidad que se fecunda desde la misma organización en la Iglesia como Madre y Maestra preparando su seno para la acogida en espíritu de unidad a todos los cristianos del mundo; se requiere entonces una asidua y permanente preparación para ejercer un auténtico trabajo ecuménico que extienda los lazos  de fraternidad como caminos que puedan ser transitados con seguridad y ausencia de engaños o miedos sin sentido.

Tendremos que  llegar en algún momento de madurez por el recorrido histórico a tener una perfecta comunión de vida y de actividad espiritual entre los bautizados que dinamice la tarea evangelizadora de dar razón de la fe desde la mente, el corazón y las mismas acciones en espíritu de coherencia, esto preparará de igual manera para la colaboración ecuménica que surge y surgirá del diálogo y el testimonio común.

Haciendo propias las palabras de Gaudium et Spes 40,  tendría que decir: “el fin último de la misión no es el de introducir la humanidad en un grupo de creyentes, sino el de introducir en el Reino definitivo tanto a sus miembros como  a los demás hombres”. Desde aquí comprendo el sentido ecuménico el compartir generoso de la Verdad que ha sido confiada y debe ser anunciada y presentada como siempre nueva, incluso para quienes han estado cerca a Cristo y con mayor razón a las demás denominaciones cristianas con las cuales se puede llegar a dar un acercamiento de vida desde los mismos intereses de compartir el legado de Cristo en su Palabra.

La Iglesia como Maestra siempre dispuesta a enseñar, corregir y orientar está presta a los signos de los tiempos para discernir lo que más convenga en intención del Reino para todos los hombres que han acogido y guardado el mensaje de Dios por medio de su Hijo Jesucristo en su corazón y esperan la salvación.

Cristo vendrá al final (en la plenitud) de los tiempos para contemplar la obra del Padre y reunir en la comunidad trinitaria a toda la familia humana. Por eso Cristo es la plenitud y el cumplimiento mismo de sus promesas para brindarle al  hombre la felicidad eterna de su gloria creada desde un principio donde todos estaremos como verdaderos hermanos.

martes, 7 de mayo de 2013

Unidad y Principios del Ecumenismo

 

 La unidad no es uniformidad, ni mucho menos conformidad para llegar a cumplir con los estereotipos de cualquier índole, la unidad es un llamado a identificar los puntos que se tienen en común y que no han sido impuestos, la unidad convoca a la armonía y a los espacios donde se respira una ambiente de camaradería y de que lo podríamos llamar común-unión. 

 La unidad acepta las diferencias por que las conoce, las respeta. Media entre los espacios no virtuosos de la esencia misma y del interés del hombre mismo, genera un clima organizacional agradable que permite el encuentro con el otro. La unidad es una decisión de otredad, en medio del caos individualista del ser humano, encerrado en sí por su propio egoísmo y temor a ser conocido. 

 La unidad es reconocer que somos hijos de un mismo Padre, herederos de una misma tierra y peregrinos hacia la casa de Dios Padre donde se vivirá la completa y perfecta Unidad. Unidad es reconocer lo que me hace falta para ser mejor y contribuir de ese modo a que otros también crezcan. 

La unidad es ser Uno en Cristo, como Él lo es con el Padre y el Espíritu Santo. La unidad es permanecer en Él como fuente y cima de la vida plena. Como bien se ha vivido, comprendido y anunciado, la Iglesia fundada por Cristo Jesús, es única; así como Él en la unidad del Padre y del Espíritu son uno. 

Hoy asistimos a una apertura sin medidas donde se ha comprendido la magnitud de la gracia que se sobrepone al dar paso a un encuentro entre hermanos en nombre de Jesucristo Dios y Padre de todos. Esta gracia que por la acción del Divino Espíritu actúa en las almas de los creyentes en todo lugar sin distinción de raza, credo, condición social o edad, ha convocado desde siempre y ahora con mayor fuerza a todos los bautizados para que a la medida de las posibilidades podamos recorrer los caminos que nos pueda conducir a la unidad tan anhelada y deseada por Cristo. 

 La permanencia de la gracia en medio de su pueblo (la Iglesia) se ve reflejada en la corresponsabilidad que se demuestra y se tiene en la proporción del reconocimiento y vivencia de la propuesta de Cristo en la existencia de cada ser humano y la relación que éste tiene dentro de su comunidad; este momento de encuentro vital reflejado en la vida sacramental como anticipo del Reino al cual estamos llamadas como Hijos de Dios. 

 La permanencia en esta gracias sacramental permitirá al creyente vivir en unidad y trabajar por la unicidad de la Iglesia permaneciendo como apóstol y discípulo de la Buena Nueva que ha aceptado anunciar desde el bautismo y en el momento de la confirmación dar testimonio de la fe que ha heredado ante el mundo y la misma Iglesia como comunidad de hermanos. Con una mente preparada y un espíritu en apertura a la gracia de Dios y en concordancia al desarrollo de las facultades del hombre como lo son la inteligencia, la voluntad y la libertad, el hombre podrá llevar una sana (santa) en relación con aquellas personas que están a su lado y forman de una u otra manera la familia universal y que vista desde un plano superior, será la misma familia de Dios que actúa en medio de un constante peregrinar. 

 Toda relación entre los seres humanos y mucho más en el ámbito cristiano católico tendrá que generar una excelente relación con los hermanos propios en la fe y con aquellos que están separados de la Iglesia; esta razón dará pie para buscar los lazos de fraternidad y de búsqueda permanente de unidad que nutre el encuentro de la escucha, el respeto y diálogo que genere aprendizajes.

 El deseo es que lleguen en espíritu de libertad nuevamente al corazón de la Madre Iglesia todos aquellos que por diversas razones algún día partieron, junto con aquellos que nacieron en diversas comunidades de fe donde se profesa el nombre de Cristo como Señor de la Historia para llegar todos juntos como único rebaño ante Aquel que es la Verdad Plena. Este camino requiere conversión e intención de avanzar en comunión para que de este modo tanto cristianos, católicos y los no cristianos podamos avanzar como hermanos universales tras las huellas de la Luz mayor que ha iluminado este mundo.

 Es apremiante la unidad y ésta fortalecida desde la confesión de Cristo y alimentada en la profesión de fe en la Sagrada Escritura y la vida sacramental para que las transformaciones entre los propios cristianos y seguidores de Cristo se susciten desde la conversión de corazón para poder clamar al cielo: Padre que todos seamos Uno… de esta manera la transformación social y eclesial no se hará esperar.

miércoles, 1 de mayo de 2013

Ecumenismo

Diálogo Ecuménico


    ¿A qué conclusiones se puede llegar después de analizar las diversas formas de ecumenismo y los principales métodos de diálogo ecuménico?


Primero que todo debemos considerar que el proceso del diálogo ecuménico no es nuevo, aunque tenga una fecha en la contemporaneidad, se ve como desde mucho años atrás en la Iglesia ya existía un interés por conservar el legado de vida que habían recibido de las propias manos de Cristo cuando se acerco a los poblados de Galilea a anunciar la Buena Nueva de la Salvación.

Así como el sembrador sale realizar su tarea y enseña a sus hijos todos los misterios de la tierra y de la misma semilla, Dios da a su Hijo amado la potestad de transmitir por medio de su Espíritu todos los dones y bondades de su misericordia.

Nace entonces diversas maneras de generar el diálogo ecuménico y de él múltiples características como amalgama de posibilidades que brindaron puntos de encuentro entre los cristianos, es así que desde el ecumenismo doctrinal se sentaron las bases para un diálogo serio en cuestiones de formación litúrgica,  unidad en el culto y sobre todo lo esencial que era la vida en Cristo que es el que propicia la unidad en la diversidad.

Otra realidad o contexto fue el vivido por el ecumenismo institucional que no fue más allá por decirlo así de un nivel corporativo o gremial que toco aporto a la gesta del diálogo generado desde la reflexión doctrinal aunque hubiese causado algunas incomodidades por los diferencias marcadas en el momento. Correspondió pues hacer una lectura de discernimiento para comprender los signos de los tiempos y caminar hacia la construcción de la humanización más que la formación de una institución.

Qué bueno es que en este siglo de tantos cambios también se haya dado la apertura para un ecumenismo misionero que más allá de un credo o manifestación de fe se comprometió por la unidad de los cristianos, suscitando el renacimiento de la caridad entre los pueblo como expresión de la justicia, el amor para todos los seres humanos no importando su credo, raza o nacionalidad.

Como fruto de este desarrollo ecuménico y acompañado por la gracia de Dios, llega un momento de bendición como lo es el ecumenismo espiritual que como renuevo y oasis en medio del desierto invita a la oración, contemplación, a la penitencia, al abandono total en las manos de Dios y a una convivencia pacífica como fruto de un pueblo creyente y orante.

Lo anterior fortaleció el ecumenismo pastoral como acercamiento a otros líderes religiosos o estatales reconociendo que el fin último es la evangelización de todos los pueblo cumpliendo así el mandato misionero del Señor: “Vayan y anúncienles lo que yo les he enseñado”, todo esto en un ambiente de respeto y apertura generosa, muestra de esto fue su S.S Juan Pablo II y como lo hace ahora el actual pontífice S.S Benedicto XVI al visitar en lenguaje de amor de Cristo  pueblo y naciones como embajadores de la paz y la concordia para la humanidad.

Para que esta realidad se siga alimentando está en el que cada uno de nosotros también pueda contribuir desde el ecumenismo local y hacer de nuestras parroquias espacios vitales para la oración y la formación religiosa de agentes de pastoral, comprometidos con el laicado de Cristo como eco al llamado de la Iglesia Universal de trabajar por la fraternidad.

Si esto se da desde nuestras comunidades eclesiales de base podremos facialmente potenciar el trabajo del ecumenismo social que rompiendo fronteras estará dispuesto a la acción de vida comprometido con derrocar toda injusticia y rastros de dolor y miseria humana encarnando verdaderamente el rostro de Cristo en aquellos lugares donde urge una mano amiga, la mano del mismo Dios.

Este recorrido tendrá de igual manera tendrá que irradiarse en todo escenario o espacio donde se desarrolle el ser humano y tendrá que llegar a permear lo que se ha llamado el ecumenismo secular donde la cooperación en el orden social y político permitirá reconocer que donde hay justicia, solidaridad y paz está el mismo Dios.

Me atrevo a decir que hoy se da un ecumenismo desde las diversas formas un tanto  ecléctico donde cada una de sus dimensiones es útil  y necesaria a la cultura y al momento histórico que el hombre este viviendo. Dios es generoso y permite que este diálogo como encuentro sirva para  reconocer y reconocerse como hermanos en medio de la diferencia.

Con todo lo anterior el recorrido es largo y significativo cuando se habla de ecumenismo y mucho más cuando se analizan los métodos por los cuales se ha desarrollado (Controversia Apologética, Controversia Irónica, Simbología Comparada, la Confesionología existencial, Método Histórico, La Alteridad Dialógica), este último como el que permite un encuentro profundo en la vida del hombre y la mujer con intencionalidad de trabajar por la construcción del Reino expresada en la paz.

Todo método aplicado y los que seguramente vendrán tendrán que seguir surgiendo al soplo y acompañamiento del Espíritu quien va guiando al pueblo que dócilmente se acerca a Dios como Padre y es capaz de reconocerle en el rostro de su hermano. De igual manera será siempre nueva la manera en que el mensaje de Cristo sea interpretado, aceptado y anunciado por cada hombre dentro de su religiosidad, pero será en dimensión incluyente de espiritualidad donde se dará cuenta que ese gran tesoro de vida y salvación que le fue revelado en comunidad será mucho más rico a medida que se abre a la experiencia de los otros.

Resignificar la experiencia de vida desde Cristo y con Cristo  permitirá que  se asuma una postura de escucha, diálogo y conversión constante.