jueves, 25 de abril de 2013

El Arte de dar Luz a la Vida desde la Palabra, tarea Misionera


      



Es muy importante ver como el Magisterio de la Iglesia con la experiencia y la asistencia del Divino Espíritu, se tienen hilos conectores que permite la sinergia entre el sentir de Dios en la historia y la comprensión emergente en cada hombre del pueblo y de la cultura que es capaz de descubrir la obra de su Creador en medio de las falencias humanas, como primeros responsables de la identificación del quehacer del Creador como dueño y Señor de la historia misma.
       Sin lugar a dudas se ha de realizar una camino para realizar hermenéutica desde el acontecimiento pedagógico del propio hombre que descubre su naturaleza de humanidad, de fragilidad, pero a la vez de contemplación ante la realidad divina que se abre ante sus ojos y que opera en su ser y hacer a la medida que se abre a ella de manera libre.

       De otra perspectiva podría decirse como el ser humano conoce su entorno y desconoce muchas veces su propia realidad interna, existe la facilidad de análisis de los otros, pero pocas veces de sí mismo, es aquí donde interactúa la Sagrada Escritura en doble línea, tanto en acercamiento, conocimiento y búsqueda de Dios hacia el hombre y del hombre hacia Dios, donde se ambos se funden en un abrazo profundo de eternidad que se renueva en cada instante permitiendo el conocimiento de quien ama y de quien es amado, haciendo de lo imperfecto, lo perfecto en constante perfectibilidad humana.

       Ya desde el autor Juan Luis Segundo es fundamental comprender la invitación que se tiende dentro del círculo hermenéutico que actualiza la interpretación de la Escritura en función de los cambios del día a día, tanto del individuo como de su comunidad, creando ese puente entre el pasado, el presente y futuro en dimensión de adquirir nuevos sentidos de vida que generen cambios y desde Paulo Freire el salir de sí para poder llegar del análisis que permita el re-crear el mundo, que lleve a trazar y alcanzar la liberación que inicia desde cada sujeto como persona creada para la plenitud y felicidad que le lleva a trabajar desde el aquí y el ahora para alcanzar la salvación que se actualiza en cada acontecimiento donde Dios hace camino con nosotros.

       Tener un acercamiento a La Palabra, abre el camino para comprender el misterio de Dios desde el misterio vivo que se ha expresado en el lenguaje de amor hacia los hombres, este encuentro permite el reconocimiento y aprehensión de la Escritura como fuente de Verdad ya que su autor es Dios mismo. Él fuente de todo bien enseña e instruye a su pueblo de manera amorosa como un padre orienta y acompaña a sus hijos. En la Palabra encontramos la verdad necesaria para nuestra salvación que es el mismo Cristo que se ofrece como victima de amor.

       La Sagrada Escritura es la carta abierta donde Dios a través de su Espíritu Santo inspiró a hombre dóciles a su escucha, los que hoy conocemos como  los autores humanos de dichos libros, solo con el fin de legar a los humanidad de todos los tiempos su Palabra que nunca pasaría, dando cumplimiento a sus promesas. La Palabra de Dios, como lo diría San Bernardo de Claraval, no es una palabra escrita y muda, sino al contrario el mismo Verbo encarnado y vivo en medio de nosotros. Ese Verbo que para muchos personas hoy es desconocido y el reto es propiciar ese encuentro.

       La Sagrada Escritura como Palabra de Dios debe ser leída y estudiada en disposición de oración y con luz del Espíritu Santo y bajo las orientaciones respectivas del Magisterio de la Iglesia, llegando a prestar  con atención al contenido y a la unidad de que existe en ella desde el Antiguo Testamento como hasta el Nuevo, este lectura tendrá que hacer eco dentro de la Tradición viva de la Iglesia, y sobre todo desde la apertura de experiencia de fe que me permita llegar mucho más allá de un mero dato histórico sin mucho sustento.

       La Escritura es una porque Dios es solo uno, como así es única la Palabra de que desde antiguo fue pronunciada por boca de los profetas, como único el anuncio de la verdad en la vida y obra del mismo Jesús. Como  es único el  proyecto salvífico de Dios y única la inspiración Divina entre  ambos Testamentos.

       La Sagrada Escritura es la fuente y soporte de la Iglesia, es el alimento espiritual que le permite leer los signos del amor de Dios a lo largo de la historia, por eso como enseñó San Jerónimo frente a la Palabra, que “Desconocer la Escritura es desconocer a Cristo”, por eso corresponde a nosotros acercarnos a este inefable misterio que se actualiza en cada palabra que emana de la boca de Dios.

Es por esto que el magisterio de la Iglesia, especialmente desde el documento de Medellín que convoca a expresar las nuevas maneras y formas del Evangelio que responda a las diferentes necesidades del momento y por ende del mismo hombre que sumido en una realidad tendrá la posibilidad de encontrar en ellas posibilidades no lejanas a su vida y que le permitan encontrar oportunidades de cambio constante en fidelidad a la Palabra que ha sido revelada.

       Para que estas nuevas formas o maneras de expresión del Evangelio tendremos que unirnos al planteamiento de Juan Luis Segundo al salir de sí para resignificar las preguntas que siempre nos hemos hecho y que nos deberían llevar a lanzar como ampliar la mirada hacia lo categorial y abismal, haciendo de lo sencillo, pequeño, tradicional la oportunidad propicia para cambiar las respuestas que siempre nos han rodeado la cabeza para llegar en verdad a la contemplación de nuevos saberes.

       Dios, en su bondad y sabiduría, se dona al hombre de manera generosa y especial sin reservas, es por eso que el generar preguntas nos puede llevar a llegar a niveles mayores donde las construcciones sean de sentido comunitario que superen las certezas donde no existe el diálogo y encuentro profundo; Dios se manifiesta por medio de los diversos acontecimientos y hechos por generosidad y benevolencia de su amor, en su máxima expresión de donación como fue el hacernos partícipes de la vida divina en la persona de Cristo.

       Desde el principio, Dios se manifiesta a nuestros primeros padres y les consagra a una íntima comunión con Él, no teniendo en cuenta el orgullo del hombre por el pecado se sigue revelando prometiendo que nunca abandonaría la creación de sus manos.

       La Plena y definitiva etapa de la Revelación de Dios es la que Él mismo llevó a cabo en su Verbo Encarnado, Jesucristo, mediador y plenitud de la Revelación y se sigue actualizando en cada encuentro Eucarístico fortalecido por la Palabra. En cuanto Hijo Unigénito de Dios hecho hombre, Él es la Palabra perfecta y definitiva del Padre. Lo anterior nos permite vislumbrar la Revelación cumplida llevada a la perfección y plenitud en Cristo.

       Dios en su plan salvífico piensa en hombre como su obra perfecta y se le manifiesta haciéndolos herederos de la gracias que desea revelarles desde la creación. Es de allí que nace el deseo permanente que Dios le ha dejado en el corazón al hombre de buscarle para contemplarle, en estrecha relación de comunión filial como cuando el hijo reconoce que es su padre y no se quiere separar de él.

       El misterio de la Revelación se renueva y hace Niño en cada navidad, como se hace Pan bajado del cielo en cada Eucaristía, se revela en el sol matutino como en la noche serena; es de nosotros seguir el camino que nos ha sido revelado para nuestra salvación.

       Es la de total unidad y continuidad que ha existido, existe y existirá en el misterio que encarna y encierra la misma Iglesia dentro del Plan de Salvación revelado y realizado en Jesucristo como en la búsqueda continúa del hombre donde Dios es actor y deja que el propio nombre sea protagonista. 

       Es por esto que la palabra referida al cambio y a la transformación como bien lo enuncia Paulo Freire, donde se genera un encuentro con el mismo hombre y se desarrolla dentro de la Iglesia y es por la Iglesia que Cristo llega al mundo para actualizar permanentemente su misterio y plan de salvación, se comprende  entonces que la Iglesia sea la prolongación de Cristo en la historia de la humanidad con luces y sombras, pero sobre todo sostenida por la gracia santificante del Divino Espíritu que plenifica la acción y reflexión constante.

       Esta realidad se exige un transformación verdadera que  solo  podrá ser comprendida como manifestación de la fe en Cristo y en su propuesta de vida como lo es la Palabra;  permitiéndole al hombre que al aceptarla se produzca una transformación en su  ser  para poder entrar en armonía al querer de Dios restableciendo la alianza que permite alcanzar la plenitud del hombre en Cristo y  que se vive en su Iglesia. 

       No hay pues reflexión y humanización de la Palabra sin Iglesia y ésta que se nutre y alimenta a su vez de las Sagradas Escrituras de la   Tradición y  de su propio Magisterio… reflexión que surge al soplo del Espíritu, permitiéndole al hombre tener un acercamiento al mismo sentir de Dios y a la comprensión   de aquel plan maravilloso del cual somos partícipes como hijos adoptivos restaurando nuestro realidad personal en la persona de Cristo y que se expresa en su comunidad de amor.

       La pedagogía bíblica nutrida desde la lectura sistemática que se puede hacer de la historia de Cristo y de su Iglesia como iniciativa de Dios Padre  y fruto de la obra redentora de los valores del Reino, que ha sido mantenido, vivificado  y santificado por la acción del Espíritu Santo y siendo consciente que como Iglesia conformada por hombres no puede olvidar   su realidad humana, pero que a la vez está llamada a no faltar a su dignidad  de comunidad divina como sacramento universal de salvación para seguir siendo puente efectivo entre la unión de los hombres con Dios.

      Sin Lugar a dudas lo que  propone Juan Luis Segundo dentro de la dinámica del círculo hermenéutico, es traspasar sencillamente la esfera de lo cotidiano, de la norma, de lo establecido porque siempre ha sido así, por la tradición del creer, sentir, o pensar que todo está realizado a la perfección y que no puede alcanzar otro nivel superior o incluso mayor. Definitivamente es un reto que eleva el pensamiento y la manera misma de vivir y de enfrentar las condiciones de la existencia frente a los acontecimientos de lo cotidiano y de los intereses de la humanidad que cada día exige mayores razones y fundamentaciones para creer.

       El poder recrear, replantear, sorprenderse ante el misterio, ante lo nuevo, es propio del ser humano y mucho más si este articula en su sentir y hacer lo que ha aprendido y lo que le falta por aprender, el romper esquemas, planteamientos pre establecidos conlleva a nuevas maneras de ver la vida y de asumirla, incluso y mucho más en el ámbito espiritual o religioso.

       El salir de sí, el conquistar y romper paradigmas lleva a nuevas manifestaciones de conocimiento en medio de un mundo pluralista, cambiante y sin fronteras que exige del hombre actual realizar convergencias entre lo que fue, es y será no solo su pensamiento sino también el de los demás en supremacía de las preguntas fundamentales de su diario caminar y del cual no se puede descartar la dimensión propia del hombre.

       Los anterior expresado desde el autor Juan Luis Segundo, me lleva a pensar en la La Santísima Trinidad como  el misterio más grande de Amor, donde Dios no es solo, sino una comunidad compuesta de tres personas, perfecta, omnipotente, única por su naturaleza y diferente por sus personas, es el misterio de la donación total en donde el Padre se dona al Hijo, el Hijo se dona al Padre y entre los dos espiran al Espíritu Santo quien a su vez se dona totalmente a ellos; este misterio de amor y donación total, sale de si, revelándose al hombre, en donde el Padre Dona al Hijo para Salvación de los hombres, en donde el Hijo se entrega completamente en obediencia al Padre y por amor de la humanidad y el Espíritu Santo es enviado para fortalecer e iluminar a la Iglesia en la misión evangelizadora, santificando a los hombres y para mi desde hoy para plantear nuevas preguntas que puedan responder a los intereses de los hombres y mujeres de buena voluntad.

        La línea central de acción del generar preguntas desde la acción y de la reflexión o desde la misma sospecha es muy clara, es vivir en el Espíritu de Dios para poder practicar el diálogo doctrinal  y la colaboración en el servicio al hombre. Todo lo que nos conlleve a pensar en el otro, a trabajar por él es causa de unidad y de nunca estar solos y mucho más cuando es en beneficio de aquellos que son mis hermanos, así veamos el mundo de forma diferente. Desde aquí trabajar en unidad cristiana es verdaderamente el reconocimiento que Cristo es el Señor de la Historia personal y comunitaria.

       El paso de la ruptura a la unión es paso del pecado a la caridad, paso, éste también, de conversión. Es el reconocimiento de los errores del ayer y que en su momento el cierre a las posibilidades de diálogo  no fueron posibles por múltiples factores tanto humanos como de la historia. Pero es aquí donde se resalta el querer de Dios en su Iglesia por la actuación permanente de su Divino Espíritu suscitando en el corazón de sus fieles y creyentes de las más diversas culturas y naciones el deseo de reavivar el fuego abrazador de la unidad en Cristo Señor y Dios de la Historia así los caminos que se recorrieron para legar a Él fueran diferentes.

       Quien asume una postura de búsqueda desde la pedagogía de la pregunta, de la sospecha ante el mundo es capaz de ejercer  la acción e intervención directa de Dios en medio de su pueblo y hacer que la Historia de Salvación que se sigue escribiendo a la medida que tanto hombres y mujeres de todo el mundo expresan su sed de infinito, clamor  de justicia,  deseo de la verdad y  la vida, sentido de trascendencia ante un mundo separado por los odios y rencores mezquinos de algunos hombres; surge entonces  la conciencia de un encuentro profundo con aquel que hace camino a mi lado y no es mi enemigo, sino al contrario que comparte mi mismo norte, aquel que es mi hermano mi  hermana, mi prójimo…

La búsqueda de la Unidad en medio de la diversidad es más apremiante, mucho más cuando las posibilidades de vida y libertad religiosa son más escasas o incluso poco interés causa. Se requiere pues suscitar un nuevo ambiente donde se vuelva a  respirar un clima de espiritualidad que sea  incluyente, que convoque a trabajar por lo que es de todos, por aquello que es la totalidad del mundo habitado, del mundo que es máxima expresión del amor y bondad de Dios hacia su pueblo.

      En el orden de ideas que plantea J. Luis Segundo en trascender el significado de la letra encontrada y articulada en los Evangelios para poder dar lectura al sentir del texto que dentro de la pedagogía divina se dimensiona y alcanza esferas y comprensiones de verdaderos saltos cuánticos que le permiten al ser humana contemplar lo que hay de divino en el mundo y en su propia existencia, como la conquista de lo humano en la palabra que toda sentido en las Sagradas Escrituras.

       Sin  lugar a dudas el eje central y el punto cardinal de toda la vida cristiana, y por tanto de la teología como un todo que se renueva y buscar fundamentar el día a día del hombre en relación con el infinito, lo trascendente, lo divino; está centrado sobre la totalidad del acontecimiento Jesucristo, su ser, actividad y esencia no es simplemente tratado a cerca de la persona intradivina del logos, que se situara con un valor igual, al lado de los tratados sobre el Padre y sobre el Espíritu Santo. Es más bien, una presentación del Dios Trino que se ha encarnado, por medio de las palabras en el nombre Jesús de Nazaret que es anunciado desde antiguo por boca de los profetas en el primer testamento y llevado a plenitud en el nuevo testamento.

       En otras palabras, al referirnos a Jesús, como Dios encarnado en especial en esta época que estamos viviendo se deberá hacer referencia también a una revelación trinitaria. La primera idea que tomamos es que la pedagogía bíblica no es un estudio de los Evangelios hecho de manera aislada sino que va a implicar para nosotros el estudio de la revelación de Dios como plenitud encarnada y su realidad actuante y permanente en pleno siglo XXI con todo lo que esto implica para la exégesis y hermenéutica bíblica y teológica.

       Este  estudio organizado y sistematizado que surge de los Evangelios como la Palabra que es viva y que se renueva como promesa que no pasará, toma fuerza dentro de la comunidad de creyentes, ya que permite hacer nuevas lecturas desde la vida con Cristo Camino, Verdad y Vida como realidad de salvación que se actualiza en medio de nosotros.  Es aquí donde se plenifica el verdadero proceso pedagógico de Dios.



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