sábado, 11 de mayo de 2013

Pensamiento Ecuménico






En cada hombre existe la exigencia de recibir y de dar; en el diálogo la persona hace  experiencia   de sus limitaciones y de la capacidad de superarlas. Todo acto de habla y el mismo silencio expresan el significado de lo impensado que se hace realidad. Comunicar es la manifestación y la capacidad de salir de si para expresar al otro y al mundo lo que es comprensible como manifestación de un don  de orden superior.

Es así que Dios se comunica al mundo y genera un diálogo de amor, entre el amado y quien ama, entre el que dona y el que recibe, el que posee la gracia y el que ha heredado el pecado. Se presenta de nuevo la realidad envolvente de quien llama y quien debería responder.

En el diálogo ecuménico se pueden dar diversas posturas haciendo que este camino no fácil se torne lleno de obstáculos o al contrario lleno de momentos de crecimiento. Una primera instancia  es la visión de algunos sectores del mundo que piensa que ninguna religión es verdadera o que todas son falsas; sin embargo ningún razonamiento podrá rechazar las respuestas que las diversas religiones dan a los enigmas de la condición humana, que pretenden dar respuesta y sentido a los interrogantes más recónditos que ayer como hoy conmueven el corazón de los hombres.

En este sentido se genera un diálogo entre las diversas confesiones para denotar que son verdaderas a la medida que dan respuesta a los grandes enigmas del ser humano, todas estas respuestas se entrecruzan y se fecundan tendiendo hacia una meta: hacer que el hombre encuentre el sentido de su existir, logre su plena humanización, alcance el sentido de lo eterno, el sentido de Dios.

Hoy se ha superado la postura absoluta que afirmaba que sólo una religión es verdadera y todas las demás son falsas; esto queda abolido en el contexto de que somos hijos de un mismo Padre y hermanos en Cristo que anunció a todos su Buena Noticia de Salvación. Lo anterior llama al discernimiento para poder comprender lo que otros llamarían  el pensamiento relativista, al pensar que toda religión es verdadera, para llegar a la sostener difícilmente  que todas son verdaderas.

Una postura interesante se puede encontrar en el ecumenismo cuando se pueda llegar a  pensar   que una manifestación de fe pueda incluir a las demás, reconociendo por lo cual  que cada credo religioso es un plano distinto de una única verdad. Lo que aparenta tolerancia en realidad es un juicio de inferioridad sobre las demás experiencias religiosas que desde Cristo son superadas.

Algo central y que no genera discusión en el movimiento ecuménico se puede llegar a proyectar una postura de respeto por la cual el cristianismo no se siente dueño de la verdad, pero tampoco renuncia a confesar la Verdad que le fue revelada. El diálogo y el testimonio no se excluyen mutuamente, al contrario se acompañan y motivan dentro de la gesta dialógica de la fe.

Todo diálogo entre los cristianos (ecumenismo) y con lo no cristianos (interreligioso) está y estará fundamentado en la afirmación central de que Jesús es el Señor definitivo. Mantener esta convicción (sin miedos no intereses defensivos, sino por buenas razones) no será la negación de lo que hay de semilla de verdad y que el tiempo lo ha sustentado, es tarea concreta de extender la mano al mundo en nombre de Jesús de Nazaret el hombre de toda la historia.

Sin embargo, desde el punto de vista cristiano fiel al Nuevo Testamento, existe la religión verdadera: el Cristianismo (Catolicismo), manifestación última y definitiva de Dios en Jesucristo. Esta presencia de Dios en el Catolicismo no excluye la verdad en otras denominaciones cristianas, en cuanto no contradigan el mensaje Cristo, antes bien se admira y valora todos los esfuerzos y prácticas de la fe que surgen en torno a la experiencia de vida cristiana. 

Al mismo tiempo, gracias al  diálogo, los cristianos se hacen así mismo preguntas que le permiten crecer desde las diversas manifestaciones y expresiones de fe y  se ponen en plenitud de la revelación de Dios presentada desde la Escritura, permitiendo de gran   manera  conocer y de vivir los sacramentos de unidad cristiana que requieren de la   purificación y profundización en el mensaje de salvación.

Es por esto que siempre será necesario trabajar por la búsqueda de la unidad de los cristianos, realidad que se fecunda desde la misma organización en la Iglesia como Madre y Maestra preparando su seno para la acogida en espíritu de unidad a todos los cristianos del mundo; se requiere entonces una asidua y permanente preparación para ejercer un auténtico trabajo ecuménico que extienda los lazos  de fraternidad como caminos que puedan ser transitados con seguridad y ausencia de engaños o miedos sin sentido.

Tendremos que  llegar en algún momento de madurez por el recorrido histórico a tener una perfecta comunión de vida y de actividad espiritual entre los bautizados que dinamice la tarea evangelizadora de dar razón de la fe desde la mente, el corazón y las mismas acciones en espíritu de coherencia, esto preparará de igual manera para la colaboración ecuménica que surge y surgirá del diálogo y el testimonio común.

Haciendo propias las palabras de Gaudium et Spes 40,  tendría que decir: “el fin último de la misión no es el de introducir la humanidad en un grupo de creyentes, sino el de introducir en el Reino definitivo tanto a sus miembros como  a los demás hombres”. Desde aquí comprendo el sentido ecuménico el compartir generoso de la Verdad que ha sido confiada y debe ser anunciada y presentada como siempre nueva, incluso para quienes han estado cerca a Cristo y con mayor razón a las demás denominaciones cristianas con las cuales se puede llegar a dar un acercamiento de vida desde los mismos intereses de compartir el legado de Cristo en su Palabra.

La Iglesia como Maestra siempre dispuesta a enseñar, corregir y orientar está presta a los signos de los tiempos para discernir lo que más convenga en intención del Reino para todos los hombres que han acogido y guardado el mensaje de Dios por medio de su Hijo Jesucristo en su corazón y esperan la salvación.

Cristo vendrá al final (en la plenitud) de los tiempos para contemplar la obra del Padre y reunir en la comunidad trinitaria a toda la familia humana. Por eso Cristo es la plenitud y el cumplimiento mismo de sus promesas para brindarle al  hombre la felicidad eterna de su gloria creada desde un principio donde todos estaremos como verdaderos hermanos.

martes, 7 de mayo de 2013

Unidad y Principios del Ecumenismo

 

 La unidad no es uniformidad, ni mucho menos conformidad para llegar a cumplir con los estereotipos de cualquier índole, la unidad es un llamado a identificar los puntos que se tienen en común y que no han sido impuestos, la unidad convoca a la armonía y a los espacios donde se respira una ambiente de camaradería y de que lo podríamos llamar común-unión. 

 La unidad acepta las diferencias por que las conoce, las respeta. Media entre los espacios no virtuosos de la esencia misma y del interés del hombre mismo, genera un clima organizacional agradable que permite el encuentro con el otro. La unidad es una decisión de otredad, en medio del caos individualista del ser humano, encerrado en sí por su propio egoísmo y temor a ser conocido. 

 La unidad es reconocer que somos hijos de un mismo Padre, herederos de una misma tierra y peregrinos hacia la casa de Dios Padre donde se vivirá la completa y perfecta Unidad. Unidad es reconocer lo que me hace falta para ser mejor y contribuir de ese modo a que otros también crezcan. 

La unidad es ser Uno en Cristo, como Él lo es con el Padre y el Espíritu Santo. La unidad es permanecer en Él como fuente y cima de la vida plena. Como bien se ha vivido, comprendido y anunciado, la Iglesia fundada por Cristo Jesús, es única; así como Él en la unidad del Padre y del Espíritu son uno. 

Hoy asistimos a una apertura sin medidas donde se ha comprendido la magnitud de la gracia que se sobrepone al dar paso a un encuentro entre hermanos en nombre de Jesucristo Dios y Padre de todos. Esta gracia que por la acción del Divino Espíritu actúa en las almas de los creyentes en todo lugar sin distinción de raza, credo, condición social o edad, ha convocado desde siempre y ahora con mayor fuerza a todos los bautizados para que a la medida de las posibilidades podamos recorrer los caminos que nos pueda conducir a la unidad tan anhelada y deseada por Cristo. 

 La permanencia de la gracia en medio de su pueblo (la Iglesia) se ve reflejada en la corresponsabilidad que se demuestra y se tiene en la proporción del reconocimiento y vivencia de la propuesta de Cristo en la existencia de cada ser humano y la relación que éste tiene dentro de su comunidad; este momento de encuentro vital reflejado en la vida sacramental como anticipo del Reino al cual estamos llamadas como Hijos de Dios. 

 La permanencia en esta gracias sacramental permitirá al creyente vivir en unidad y trabajar por la unicidad de la Iglesia permaneciendo como apóstol y discípulo de la Buena Nueva que ha aceptado anunciar desde el bautismo y en el momento de la confirmación dar testimonio de la fe que ha heredado ante el mundo y la misma Iglesia como comunidad de hermanos. Con una mente preparada y un espíritu en apertura a la gracia de Dios y en concordancia al desarrollo de las facultades del hombre como lo son la inteligencia, la voluntad y la libertad, el hombre podrá llevar una sana (santa) en relación con aquellas personas que están a su lado y forman de una u otra manera la familia universal y que vista desde un plano superior, será la misma familia de Dios que actúa en medio de un constante peregrinar. 

 Toda relación entre los seres humanos y mucho más en el ámbito cristiano católico tendrá que generar una excelente relación con los hermanos propios en la fe y con aquellos que están separados de la Iglesia; esta razón dará pie para buscar los lazos de fraternidad y de búsqueda permanente de unidad que nutre el encuentro de la escucha, el respeto y diálogo que genere aprendizajes.

 El deseo es que lleguen en espíritu de libertad nuevamente al corazón de la Madre Iglesia todos aquellos que por diversas razones algún día partieron, junto con aquellos que nacieron en diversas comunidades de fe donde se profesa el nombre de Cristo como Señor de la Historia para llegar todos juntos como único rebaño ante Aquel que es la Verdad Plena. Este camino requiere conversión e intención de avanzar en comunión para que de este modo tanto cristianos, católicos y los no cristianos podamos avanzar como hermanos universales tras las huellas de la Luz mayor que ha iluminado este mundo.

 Es apremiante la unidad y ésta fortalecida desde la confesión de Cristo y alimentada en la profesión de fe en la Sagrada Escritura y la vida sacramental para que las transformaciones entre los propios cristianos y seguidores de Cristo se susciten desde la conversión de corazón para poder clamar al cielo: Padre que todos seamos Uno… de esta manera la transformación social y eclesial no se hará esperar.

miércoles, 1 de mayo de 2013

Ecumenismo

Diálogo Ecuménico


    ¿A qué conclusiones se puede llegar después de analizar las diversas formas de ecumenismo y los principales métodos de diálogo ecuménico?


Primero que todo debemos considerar que el proceso del diálogo ecuménico no es nuevo, aunque tenga una fecha en la contemporaneidad, se ve como desde mucho años atrás en la Iglesia ya existía un interés por conservar el legado de vida que habían recibido de las propias manos de Cristo cuando se acerco a los poblados de Galilea a anunciar la Buena Nueva de la Salvación.

Así como el sembrador sale realizar su tarea y enseña a sus hijos todos los misterios de la tierra y de la misma semilla, Dios da a su Hijo amado la potestad de transmitir por medio de su Espíritu todos los dones y bondades de su misericordia.

Nace entonces diversas maneras de generar el diálogo ecuménico y de él múltiples características como amalgama de posibilidades que brindaron puntos de encuentro entre los cristianos, es así que desde el ecumenismo doctrinal se sentaron las bases para un diálogo serio en cuestiones de formación litúrgica,  unidad en el culto y sobre todo lo esencial que era la vida en Cristo que es el que propicia la unidad en la diversidad.

Otra realidad o contexto fue el vivido por el ecumenismo institucional que no fue más allá por decirlo así de un nivel corporativo o gremial que toco aporto a la gesta del diálogo generado desde la reflexión doctrinal aunque hubiese causado algunas incomodidades por los diferencias marcadas en el momento. Correspondió pues hacer una lectura de discernimiento para comprender los signos de los tiempos y caminar hacia la construcción de la humanización más que la formación de una institución.

Qué bueno es que en este siglo de tantos cambios también se haya dado la apertura para un ecumenismo misionero que más allá de un credo o manifestación de fe se comprometió por la unidad de los cristianos, suscitando el renacimiento de la caridad entre los pueblo como expresión de la justicia, el amor para todos los seres humanos no importando su credo, raza o nacionalidad.

Como fruto de este desarrollo ecuménico y acompañado por la gracia de Dios, llega un momento de bendición como lo es el ecumenismo espiritual que como renuevo y oasis en medio del desierto invita a la oración, contemplación, a la penitencia, al abandono total en las manos de Dios y a una convivencia pacífica como fruto de un pueblo creyente y orante.

Lo anterior fortaleció el ecumenismo pastoral como acercamiento a otros líderes religiosos o estatales reconociendo que el fin último es la evangelización de todos los pueblo cumpliendo así el mandato misionero del Señor: “Vayan y anúncienles lo que yo les he enseñado”, todo esto en un ambiente de respeto y apertura generosa, muestra de esto fue su S.S Juan Pablo II y como lo hace ahora el actual pontífice S.S Benedicto XVI al visitar en lenguaje de amor de Cristo  pueblo y naciones como embajadores de la paz y la concordia para la humanidad.

Para que esta realidad se siga alimentando está en el que cada uno de nosotros también pueda contribuir desde el ecumenismo local y hacer de nuestras parroquias espacios vitales para la oración y la formación religiosa de agentes de pastoral, comprometidos con el laicado de Cristo como eco al llamado de la Iglesia Universal de trabajar por la fraternidad.

Si esto se da desde nuestras comunidades eclesiales de base podremos facialmente potenciar el trabajo del ecumenismo social que rompiendo fronteras estará dispuesto a la acción de vida comprometido con derrocar toda injusticia y rastros de dolor y miseria humana encarnando verdaderamente el rostro de Cristo en aquellos lugares donde urge una mano amiga, la mano del mismo Dios.

Este recorrido tendrá de igual manera tendrá que irradiarse en todo escenario o espacio donde se desarrolle el ser humano y tendrá que llegar a permear lo que se ha llamado el ecumenismo secular donde la cooperación en el orden social y político permitirá reconocer que donde hay justicia, solidaridad y paz está el mismo Dios.

Me atrevo a decir que hoy se da un ecumenismo desde las diversas formas un tanto  ecléctico donde cada una de sus dimensiones es útil  y necesaria a la cultura y al momento histórico que el hombre este viviendo. Dios es generoso y permite que este diálogo como encuentro sirva para  reconocer y reconocerse como hermanos en medio de la diferencia.

Con todo lo anterior el recorrido es largo y significativo cuando se habla de ecumenismo y mucho más cuando se analizan los métodos por los cuales se ha desarrollado (Controversia Apologética, Controversia Irónica, Simbología Comparada, la Confesionología existencial, Método Histórico, La Alteridad Dialógica), este último como el que permite un encuentro profundo en la vida del hombre y la mujer con intencionalidad de trabajar por la construcción del Reino expresada en la paz.

Todo método aplicado y los que seguramente vendrán tendrán que seguir surgiendo al soplo y acompañamiento del Espíritu quien va guiando al pueblo que dócilmente se acerca a Dios como Padre y es capaz de reconocerle en el rostro de su hermano. De igual manera será siempre nueva la manera en que el mensaje de Cristo sea interpretado, aceptado y anunciado por cada hombre dentro de su religiosidad, pero será en dimensión incluyente de espiritualidad donde se dará cuenta que ese gran tesoro de vida y salvación que le fue revelado en comunidad será mucho más rico a medida que se abre a la experiencia de los otros.

Resignificar la experiencia de vida desde Cristo y con Cristo  permitirá que  se asuma una postura de escucha, diálogo y conversión constante.

martes, 30 de abril de 2013

En CRISTO Somos UNO


    ¿Qué significa hablar hoy de ecumenismo?



Sin lugar a dudas el hablar  de Ecumenismo hoy es una invitación a volver a las fuentes y origen mismo del Cristianismo, es dar la mirada sin apasionamientos a la Historia y Plan Salvífico de Salvación. Es simplemente desarmar el corazón y hasta la propia mente de barreras y murallas invisibles que no han permitido cultivar la verdadera fe del creyente.

El Ecumenismo nos invita hoy a gozar de la dicha del encuentro fraterno con el que es mi hermano, mi prójimo de igual manera a abrazar la Escritura fuente de todo bien y de toda unidad, es también reconocer lo que ha hecho historia y lo que viene por delante como responsabilidad de lo que hagamos o dejemos de hacer como cristianos no importando la denominación.

Hablar de Ecumenismo en la época actual es renovar la mente para los tiempos modernos donde la Palabra de Cristo sigue actual y actuante, donde es indispensable la formación y el aprendizaje significativo para poder dar razones de  fe desde el corazón, fe desde la mente (razón), fe desde la acción. Es continuar camino que otras han trazado y corresponde a nosotros seguir nutriendo.

Es por eso que es posible un conocimiento para nuestros días mucho mayor de la realidad y querer de Dios por parte de los hombres, en otras palabras una experiencia religiosa auténtica que invita a la transformación de vida, como al descubrir igualmente la presencia universal de todos los dones y gracias en el curso de la historia religiosa de toda la humanidad, he aquí la importancia de un encuentro y diálogo ecuménico para nuestro mundo.

Hoy lo que cuenta en verdad y sobre todo para la Iglesia, hablando como cristiano católico son los hombres en su realidad particular y la relación de este en comunidad, interesa mucho más el hombre que cualquier clase de sistema que haya querido oprimirle a lo largo de la historia, interesa el hombre que con frecuencia son mejores  que las formas culturales y religiosas  mediante las cuales se expresan. En definitiva el ecumenismo nos permite comprender que los hombres, y no las religiones son los hijos de Dios.

La base pues para un ecumenismo en pleno siglo XXI es seguir abriendo las puertas de nuestra casa la Iglesia, para que de este modo las demás denominaciones religiosas, credos, manifestaciones de fe puedan ver de una manera clara y concreta como vivimos al interior de nuestra amada Iglesia Católica y reforzada la palabra (enseñanza)  con el ejemplo de vida podremos dar testimonio de Aquel que es el Camino, Verdad y Vida para todos los hombres.

lunes, 29 de abril de 2013

Ecumenismo


Para hablar de Ecumenismo, tendríamos que partir de las propias palabras de Cristo cuando oraba al Padre diciendo: “Padre que todos SEAN UNO”, y desde esa roca o baluarte iniciar a construir un acercamiento al tema que nos convoca como lo es ésta experiencia de vida nueva y de encuentro fraterno como lo es el Ecumenismo. 

Podríamos decir entonces que el Ecumenismo es un tipo de diálogo muy especial que se da entre las personas pertenecientes a diferentes credos con la realidad central de que se sienten y son como en realidad lo es, hermanos en el nombre de Cristo.

 Este acercamiento es el reconocimiento que nace del reconocimiento a través de los años de la realidad de Cristo presente en su Revelación total y definitiva en el Plan de Salvación brindado sin distinción a todos los hombres de la historia. Por este motivo es importante recordad que el movimiento ecuménico nace en Edimburgo (Inglaterra), en 1990 impulsado por la experiencia de división de los cristianos en las misiones y se afirmó en ambiente protestante. 

En el campo católico, el paciente y muchas veces incomprendido trabajo de reflexión de algunos teólogos creó un ambiente cada vez menos hostil al ecumenismo. Fue sobre todo el Papa Juan XXIII quien no solo adhirió con fuerza a esta dimensión de la fe sino que hizo de Roma uno de los centros principales de todo camino ecuménico. 

 Claro está que no debe desconocerse el gran recorrido en el sentir de la Iglesia por conservar la unidad que se vivía desde las primeras comunidades de los creyentes de donde encontramos el testimonio vivo en el libro de los Hechos de los Apóstoles. 

 La línea central de acción del ecumenismo es muy clara: vivir en el espíritu de Dios para poder practicar el diálogo doctrinal y la colaboración en el servicio al hombre. Todo lo que nos conlleve a pensar en el otro, a trabajar por él es causa de unidad y de nunca estar solos y mucho más cuando es en beneficio de aquellos que son mis hermanos, así veamos el mundo de forma diferente. Desde aquí trabajar en unidad cristiana es verdaderamente el reconocimiento que Cristo es el Señor de la Historia personal y comunitaria. 

 El paso de la ruptura a la unión es paso del pecado a la caridad, paso, éste también, de conversión. Es el reconocimiento de los errores del ayer y que en su momento el cierre a las posibilidades de diálogo no fueron posibles por múltiples factores tanto humanos como de la historia. Pero es aquí donde se resalta el querer de Dios en su Iglesia por la actuación permanente de su Divino Espíritu suscitando en el corazón de sus fieles y creyentes de las más diversas culturas y naciones el deseo de reavivar el fuego abrazador de la unidad en Cristo Señor y Dios de la Historia. 

 Hoy el Ecumenismo es la acción e intervención directa de Dios en medio de su pueblo y haciendo que la Historia de Salvación se siga escribiendo a la medida que tanto hombres y mujeres de todo el mundo expresan su sed de infinito, clamor de justicia, deseo de la verdad y la vida, sentido de trascendencia ante un mundo separado por los odios y rencores mezquinos de algunos hombres; surge entonces la conciencia de un encuentro profundo con aquel que hace camino a mi lado y no es mi enemigo, sino al contrario que comparte mi mismo norte, aquel que es mi hermano mi hermana, mi prójimo… 

 La búsqueda de la Unidad en medio de la diversidad es más apremiante, mucho más cuando las posibilidades de vida y libertad religiosa son más escasas o incluso poco interés causa. Se requiere pues suscitar un nuevo ambiente donde se vuelva a respirar un clima de espiritualidad que sea incluyente, que convoque a trabajar por lo que es de todos, por aquello que es la totalidad del mundo habitado, del mundo que es máxima expresión del amor y bondad de Dios hacia su pueblo. 


 Apremiante es entonces el lenguaje que se requiere para hacer de este diálogo ecuménico cada vez más efectivo donde la mirada de la (s) Iglesia (s) en conjunto trabajen por la nueva unidad en Cristo y de esta manera presentarle al mundo que el mensaje que se anuncia y predica no va por separado sino que involucra a todo hombre y mujer de buena voluntad. Esto es simplemente aceptar la salvación.

jueves, 25 de abril de 2013

El Arte de dar Luz a la Vida desde la Palabra, tarea Misionera


      



Es muy importante ver como el Magisterio de la Iglesia con la experiencia y la asistencia del Divino Espíritu, se tienen hilos conectores que permite la sinergia entre el sentir de Dios en la historia y la comprensión emergente en cada hombre del pueblo y de la cultura que es capaz de descubrir la obra de su Creador en medio de las falencias humanas, como primeros responsables de la identificación del quehacer del Creador como dueño y Señor de la historia misma.
       Sin lugar a dudas se ha de realizar una camino para realizar hermenéutica desde el acontecimiento pedagógico del propio hombre que descubre su naturaleza de humanidad, de fragilidad, pero a la vez de contemplación ante la realidad divina que se abre ante sus ojos y que opera en su ser y hacer a la medida que se abre a ella de manera libre.

       De otra perspectiva podría decirse como el ser humano conoce su entorno y desconoce muchas veces su propia realidad interna, existe la facilidad de análisis de los otros, pero pocas veces de sí mismo, es aquí donde interactúa la Sagrada Escritura en doble línea, tanto en acercamiento, conocimiento y búsqueda de Dios hacia el hombre y del hombre hacia Dios, donde se ambos se funden en un abrazo profundo de eternidad que se renueva en cada instante permitiendo el conocimiento de quien ama y de quien es amado, haciendo de lo imperfecto, lo perfecto en constante perfectibilidad humana.

       Ya desde el autor Juan Luis Segundo es fundamental comprender la invitación que se tiende dentro del círculo hermenéutico que actualiza la interpretación de la Escritura en función de los cambios del día a día, tanto del individuo como de su comunidad, creando ese puente entre el pasado, el presente y futuro en dimensión de adquirir nuevos sentidos de vida que generen cambios y desde Paulo Freire el salir de sí para poder llegar del análisis que permita el re-crear el mundo, que lleve a trazar y alcanzar la liberación que inicia desde cada sujeto como persona creada para la plenitud y felicidad que le lleva a trabajar desde el aquí y el ahora para alcanzar la salvación que se actualiza en cada acontecimiento donde Dios hace camino con nosotros.

       Tener un acercamiento a La Palabra, abre el camino para comprender el misterio de Dios desde el misterio vivo que se ha expresado en el lenguaje de amor hacia los hombres, este encuentro permite el reconocimiento y aprehensión de la Escritura como fuente de Verdad ya que su autor es Dios mismo. Él fuente de todo bien enseña e instruye a su pueblo de manera amorosa como un padre orienta y acompaña a sus hijos. En la Palabra encontramos la verdad necesaria para nuestra salvación que es el mismo Cristo que se ofrece como victima de amor.

       La Sagrada Escritura es la carta abierta donde Dios a través de su Espíritu Santo inspiró a hombre dóciles a su escucha, los que hoy conocemos como  los autores humanos de dichos libros, solo con el fin de legar a los humanidad de todos los tiempos su Palabra que nunca pasaría, dando cumplimiento a sus promesas. La Palabra de Dios, como lo diría San Bernardo de Claraval, no es una palabra escrita y muda, sino al contrario el mismo Verbo encarnado y vivo en medio de nosotros. Ese Verbo que para muchos personas hoy es desconocido y el reto es propiciar ese encuentro.

       La Sagrada Escritura como Palabra de Dios debe ser leída y estudiada en disposición de oración y con luz del Espíritu Santo y bajo las orientaciones respectivas del Magisterio de la Iglesia, llegando a prestar  con atención al contenido y a la unidad de que existe en ella desde el Antiguo Testamento como hasta el Nuevo, este lectura tendrá que hacer eco dentro de la Tradición viva de la Iglesia, y sobre todo desde la apertura de experiencia de fe que me permita llegar mucho más allá de un mero dato histórico sin mucho sustento.

       La Escritura es una porque Dios es solo uno, como así es única la Palabra de que desde antiguo fue pronunciada por boca de los profetas, como único el anuncio de la verdad en la vida y obra del mismo Jesús. Como  es único el  proyecto salvífico de Dios y única la inspiración Divina entre  ambos Testamentos.

       La Sagrada Escritura es la fuente y soporte de la Iglesia, es el alimento espiritual que le permite leer los signos del amor de Dios a lo largo de la historia, por eso como enseñó San Jerónimo frente a la Palabra, que “Desconocer la Escritura es desconocer a Cristo”, por eso corresponde a nosotros acercarnos a este inefable misterio que se actualiza en cada palabra que emana de la boca de Dios.

Es por esto que el magisterio de la Iglesia, especialmente desde el documento de Medellín que convoca a expresar las nuevas maneras y formas del Evangelio que responda a las diferentes necesidades del momento y por ende del mismo hombre que sumido en una realidad tendrá la posibilidad de encontrar en ellas posibilidades no lejanas a su vida y que le permitan encontrar oportunidades de cambio constante en fidelidad a la Palabra que ha sido revelada.

       Para que estas nuevas formas o maneras de expresión del Evangelio tendremos que unirnos al planteamiento de Juan Luis Segundo al salir de sí para resignificar las preguntas que siempre nos hemos hecho y que nos deberían llevar a lanzar como ampliar la mirada hacia lo categorial y abismal, haciendo de lo sencillo, pequeño, tradicional la oportunidad propicia para cambiar las respuestas que siempre nos han rodeado la cabeza para llegar en verdad a la contemplación de nuevos saberes.

       Dios, en su bondad y sabiduría, se dona al hombre de manera generosa y especial sin reservas, es por eso que el generar preguntas nos puede llevar a llegar a niveles mayores donde las construcciones sean de sentido comunitario que superen las certezas donde no existe el diálogo y encuentro profundo; Dios se manifiesta por medio de los diversos acontecimientos y hechos por generosidad y benevolencia de su amor, en su máxima expresión de donación como fue el hacernos partícipes de la vida divina en la persona de Cristo.

       Desde el principio, Dios se manifiesta a nuestros primeros padres y les consagra a una íntima comunión con Él, no teniendo en cuenta el orgullo del hombre por el pecado se sigue revelando prometiendo que nunca abandonaría la creación de sus manos.

       La Plena y definitiva etapa de la Revelación de Dios es la que Él mismo llevó a cabo en su Verbo Encarnado, Jesucristo, mediador y plenitud de la Revelación y se sigue actualizando en cada encuentro Eucarístico fortalecido por la Palabra. En cuanto Hijo Unigénito de Dios hecho hombre, Él es la Palabra perfecta y definitiva del Padre. Lo anterior nos permite vislumbrar la Revelación cumplida llevada a la perfección y plenitud en Cristo.

       Dios en su plan salvífico piensa en hombre como su obra perfecta y se le manifiesta haciéndolos herederos de la gracias que desea revelarles desde la creación. Es de allí que nace el deseo permanente que Dios le ha dejado en el corazón al hombre de buscarle para contemplarle, en estrecha relación de comunión filial como cuando el hijo reconoce que es su padre y no se quiere separar de él.

       El misterio de la Revelación se renueva y hace Niño en cada navidad, como se hace Pan bajado del cielo en cada Eucaristía, se revela en el sol matutino como en la noche serena; es de nosotros seguir el camino que nos ha sido revelado para nuestra salvación.

       Es la de total unidad y continuidad que ha existido, existe y existirá en el misterio que encarna y encierra la misma Iglesia dentro del Plan de Salvación revelado y realizado en Jesucristo como en la búsqueda continúa del hombre donde Dios es actor y deja que el propio nombre sea protagonista. 

       Es por esto que la palabra referida al cambio y a la transformación como bien lo enuncia Paulo Freire, donde se genera un encuentro con el mismo hombre y se desarrolla dentro de la Iglesia y es por la Iglesia que Cristo llega al mundo para actualizar permanentemente su misterio y plan de salvación, se comprende  entonces que la Iglesia sea la prolongación de Cristo en la historia de la humanidad con luces y sombras, pero sobre todo sostenida por la gracia santificante del Divino Espíritu que plenifica la acción y reflexión constante.

       Esta realidad se exige un transformación verdadera que  solo  podrá ser comprendida como manifestación de la fe en Cristo y en su propuesta de vida como lo es la Palabra;  permitiéndole al hombre que al aceptarla se produzca una transformación en su  ser  para poder entrar en armonía al querer de Dios restableciendo la alianza que permite alcanzar la plenitud del hombre en Cristo y  que se vive en su Iglesia. 

       No hay pues reflexión y humanización de la Palabra sin Iglesia y ésta que se nutre y alimenta a su vez de las Sagradas Escrituras de la   Tradición y  de su propio Magisterio… reflexión que surge al soplo del Espíritu, permitiéndole al hombre tener un acercamiento al mismo sentir de Dios y a la comprensión   de aquel plan maravilloso del cual somos partícipes como hijos adoptivos restaurando nuestro realidad personal en la persona de Cristo y que se expresa en su comunidad de amor.

       La pedagogía bíblica nutrida desde la lectura sistemática que se puede hacer de la historia de Cristo y de su Iglesia como iniciativa de Dios Padre  y fruto de la obra redentora de los valores del Reino, que ha sido mantenido, vivificado  y santificado por la acción del Espíritu Santo y siendo consciente que como Iglesia conformada por hombres no puede olvidar   su realidad humana, pero que a la vez está llamada a no faltar a su dignidad  de comunidad divina como sacramento universal de salvación para seguir siendo puente efectivo entre la unión de los hombres con Dios.

      Sin Lugar a dudas lo que  propone Juan Luis Segundo dentro de la dinámica del círculo hermenéutico, es traspasar sencillamente la esfera de lo cotidiano, de la norma, de lo establecido porque siempre ha sido así, por la tradición del creer, sentir, o pensar que todo está realizado a la perfección y que no puede alcanzar otro nivel superior o incluso mayor. Definitivamente es un reto que eleva el pensamiento y la manera misma de vivir y de enfrentar las condiciones de la existencia frente a los acontecimientos de lo cotidiano y de los intereses de la humanidad que cada día exige mayores razones y fundamentaciones para creer.

       El poder recrear, replantear, sorprenderse ante el misterio, ante lo nuevo, es propio del ser humano y mucho más si este articula en su sentir y hacer lo que ha aprendido y lo que le falta por aprender, el romper esquemas, planteamientos pre establecidos conlleva a nuevas maneras de ver la vida y de asumirla, incluso y mucho más en el ámbito espiritual o religioso.

       El salir de sí, el conquistar y romper paradigmas lleva a nuevas manifestaciones de conocimiento en medio de un mundo pluralista, cambiante y sin fronteras que exige del hombre actual realizar convergencias entre lo que fue, es y será no solo su pensamiento sino también el de los demás en supremacía de las preguntas fundamentales de su diario caminar y del cual no se puede descartar la dimensión propia del hombre.

       Los anterior expresado desde el autor Juan Luis Segundo, me lleva a pensar en la La Santísima Trinidad como  el misterio más grande de Amor, donde Dios no es solo, sino una comunidad compuesta de tres personas, perfecta, omnipotente, única por su naturaleza y diferente por sus personas, es el misterio de la donación total en donde el Padre se dona al Hijo, el Hijo se dona al Padre y entre los dos espiran al Espíritu Santo quien a su vez se dona totalmente a ellos; este misterio de amor y donación total, sale de si, revelándose al hombre, en donde el Padre Dona al Hijo para Salvación de los hombres, en donde el Hijo se entrega completamente en obediencia al Padre y por amor de la humanidad y el Espíritu Santo es enviado para fortalecer e iluminar a la Iglesia en la misión evangelizadora, santificando a los hombres y para mi desde hoy para plantear nuevas preguntas que puedan responder a los intereses de los hombres y mujeres de buena voluntad.

        La línea central de acción del generar preguntas desde la acción y de la reflexión o desde la misma sospecha es muy clara, es vivir en el Espíritu de Dios para poder practicar el diálogo doctrinal  y la colaboración en el servicio al hombre. Todo lo que nos conlleve a pensar en el otro, a trabajar por él es causa de unidad y de nunca estar solos y mucho más cuando es en beneficio de aquellos que son mis hermanos, así veamos el mundo de forma diferente. Desde aquí trabajar en unidad cristiana es verdaderamente el reconocimiento que Cristo es el Señor de la Historia personal y comunitaria.

       El paso de la ruptura a la unión es paso del pecado a la caridad, paso, éste también, de conversión. Es el reconocimiento de los errores del ayer y que en su momento el cierre a las posibilidades de diálogo  no fueron posibles por múltiples factores tanto humanos como de la historia. Pero es aquí donde se resalta el querer de Dios en su Iglesia por la actuación permanente de su Divino Espíritu suscitando en el corazón de sus fieles y creyentes de las más diversas culturas y naciones el deseo de reavivar el fuego abrazador de la unidad en Cristo Señor y Dios de la Historia así los caminos que se recorrieron para legar a Él fueran diferentes.

       Quien asume una postura de búsqueda desde la pedagogía de la pregunta, de la sospecha ante el mundo es capaz de ejercer  la acción e intervención directa de Dios en medio de su pueblo y hacer que la Historia de Salvación que se sigue escribiendo a la medida que tanto hombres y mujeres de todo el mundo expresan su sed de infinito, clamor  de justicia,  deseo de la verdad y  la vida, sentido de trascendencia ante un mundo separado por los odios y rencores mezquinos de algunos hombres; surge entonces  la conciencia de un encuentro profundo con aquel que hace camino a mi lado y no es mi enemigo, sino al contrario que comparte mi mismo norte, aquel que es mi hermano mi  hermana, mi prójimo…

La búsqueda de la Unidad en medio de la diversidad es más apremiante, mucho más cuando las posibilidades de vida y libertad religiosa son más escasas o incluso poco interés causa. Se requiere pues suscitar un nuevo ambiente donde se vuelva a  respirar un clima de espiritualidad que sea  incluyente, que convoque a trabajar por lo que es de todos, por aquello que es la totalidad del mundo habitado, del mundo que es máxima expresión del amor y bondad de Dios hacia su pueblo.

      En el orden de ideas que plantea J. Luis Segundo en trascender el significado de la letra encontrada y articulada en los Evangelios para poder dar lectura al sentir del texto que dentro de la pedagogía divina se dimensiona y alcanza esferas y comprensiones de verdaderos saltos cuánticos que le permiten al ser humana contemplar lo que hay de divino en el mundo y en su propia existencia, como la conquista de lo humano en la palabra que toda sentido en las Sagradas Escrituras.

       Sin  lugar a dudas el eje central y el punto cardinal de toda la vida cristiana, y por tanto de la teología como un todo que se renueva y buscar fundamentar el día a día del hombre en relación con el infinito, lo trascendente, lo divino; está centrado sobre la totalidad del acontecimiento Jesucristo, su ser, actividad y esencia no es simplemente tratado a cerca de la persona intradivina del logos, que se situara con un valor igual, al lado de los tratados sobre el Padre y sobre el Espíritu Santo. Es más bien, una presentación del Dios Trino que se ha encarnado, por medio de las palabras en el nombre Jesús de Nazaret que es anunciado desde antiguo por boca de los profetas en el primer testamento y llevado a plenitud en el nuevo testamento.

       En otras palabras, al referirnos a Jesús, como Dios encarnado en especial en esta época que estamos viviendo se deberá hacer referencia también a una revelación trinitaria. La primera idea que tomamos es que la pedagogía bíblica no es un estudio de los Evangelios hecho de manera aislada sino que va a implicar para nosotros el estudio de la revelación de Dios como plenitud encarnada y su realidad actuante y permanente en pleno siglo XXI con todo lo que esto implica para la exégesis y hermenéutica bíblica y teológica.

       Este  estudio organizado y sistematizado que surge de los Evangelios como la Palabra que es viva y que se renueva como promesa que no pasará, toma fuerza dentro de la comunidad de creyentes, ya que permite hacer nuevas lecturas desde la vida con Cristo Camino, Verdad y Vida como realidad de salvación que se actualiza en medio de nosotros.  Es aquí donde se plenifica el verdadero proceso pedagógico de Dios.



martes, 23 de abril de 2013

Cristianos en la Sociedad Verdadera Acción Misionera


CRISTIANOS EN LA SOCIEDAD







       Identificarse con la persona y propuesta de Cristo debe llevar a quien le sigue y confiesa a vivir en coherencia a su compromiso bautismal que le permitirá la transformación de vida a la medida que se disponga a configurarse con Aquel que es el mismo Ayer, Hoy y Siempre para dar respuestas generosas y oportunas como signo actual del amor de Dios en medio del momento histórico que le ha correspondido vivir.

       Es aquí donde se comprende el sentido de responsabilidad que asume el cristiano con su realidad circundante y cambiante y el llamado que tiene en aportar a la resignificación del mundo y del lugar donde desarrolla su vida y sobre todo donde presta sus servicios por medio del testimonio y fruto de santidad como manifestación de la construcción del Reino en medio de sus hermanos.

       Surge entones el conjunto de enseñanzas que brinda la Iglesia, inspiradas en la Sagrada Escritura y en la Tradición sobre los diversos problemas de la vida social de los seres humanos, situación y realidad que no puede ser indiferente para  aquellas personas de buena voluntad y sobre todo a los cristianos comprometidos que escuchan las orientaciones de la Iglesia como Madre y Maestra y están atentos a ser portadores de esperanzas para sus hermanos y las dificultades que estos padecen en la línea del orden social y temporal.


       Se renueva entonces en medio del mundo actual, la necesidad de que todo bautizado como laico comprometido pueda llegar a la compresión de las leyes de la vida social en comunión a la búsqueda de la justicia y de la paz y a la participación activa en los diversos escenarios de la experiencia laboral, económica, política, familiar que le son comunes y que para la Iglesia son espacios propios para la edificación del ser desde los diversos campos donde se desenvuelve cada persona en la búsqueda de la felicidad.

       Siendo parte de su naturaleza, no resulta  extraño que a lo largo de la historia de la Iglesia y desde ella, la Doctrina Social se comprometiera en analizar y juzgar los aspectos positivos y negativos de los diferentes tipos de sociedad para establecer principios doctrinales a la luz del Evangelio, al igual que corregir las deficiencias y denunciar cuanto ha sido o sea contrario a la dignidad del hombre y a los derechos del individuo, de la familia y de cualquier aspecto de la sociedad, como también el apoyo que se ha brindado a todo cuanto contribuya al bien común.

       Es por esto que la enseñanza del pensamiento social de la Iglesia forma parte de su misión evangelizadora y tiene el valor de un instrumento transformador y evangelizador que ilumina concretamente la vida de los más necesitados y de aquellos que tienen en sus manos la transformación de esta realidad tan compleja para el desarrollo de los pueblos.

       El ejemplo más sencillo de esta realidad que nos convoca la encontramos en la forma de vida de la primeras comunidades cristianas como lo describe el libro de los Hechos de los Apóstoles: “Los creyentes no consideraban como propio lo que poseían, al contrario, lo que tenían era común a todos y nadie sufría necesidades”.(cf. Hch. 4, 32-35).

       Lo anterior nos sitúa frente a una comunidad que sale de sí y va al encuentro de los otros, de una comunidad que comprende el valor de ser hermanos en Jesucristo y que se expresa en la vivencia de la fe y el amor al prójimo y esto a su vez requiere traducirse en manifestaciones concretas, tomando forma perfecta el seguimiento de Cristo.

        No podemos olvidar la vivencia de la Caridad Cristiana para las primeras comunidades cristianas y hoy para nosotros, que está basada en la justicia y en el desarrollo equitativo del bien común. Esta caridad Social, combate el desorden de miseria del mundo y propone un estilo de respeto a la verdad y la justicia, que le son comunes aquellos hombres que en espíritu de libertad son capaces de responder al amor de su Creador en las necesidades de las personas que tienen a su lado respondiendo a la edificación del orden social en beneficio del ser humano.

       El orden social cristiano, no es solo una responsabilidad de los creyentes o practicantes, es una realidad  que alcanza a todo hombre en  línea de la Ley Natural que le es propia al ser y que  le convoca a la vivencia de lo que se debe hacer y a lo que se debe evitar, uniendo  a todos los hombres en la búsqueda de todo aquello que se deriva de la justicia como lo es la solidaridad, la dignidad humana, los principios legales y jurídicos para el desarrollo una sociedad  que para muchos aunque no lo crean o compartan se perfecciona desde las enseñanzas de misericordia del Evangelio.

       La concepción del bien común va por encima de cualquier ideología, grupo o movimiento, y se fundamenta así misma en la naturaleza propia del hombre que encuentra sus raíces más profundas en la razón y fe como acto moral en el ámbito social por imagen de Dios, permitiéndole a quien lo descubre y se compromete con este estilo de vida a iluminar su conciencia y la de los demás, proporcionando la continuidad al fin sobrenatural que lo es el amor sin medida como manifestación y realización de una sociedad que anhela la plenitud de los tiempos.

       No podemos quedarnos esperando que el Reino de Dios se manifieste o llegue hasta nosotros si no iniciamos a trabajar desde una dimensión trascendente en el desarrollo de las virtudes de la fe, la esperanza y la caridad que asumidas desde Cristo llevan a la perfección de vida y al reconocimiento de la gratuidad de todo lo que hemos recibido y es nuestra obligación compartirlo.

       Asumiendo una antropología cristiana y una ética de la solidaridad, podríamos fortalecer los principios del reconocimiento de los tesoros que hemos recibido como herencia y que es deber humano y cristiano hacer que estos talentos den frutos y frutos en abundancia que sustenten el pueblo peregrino que va camino del cielo.

       No descuidemos ningún escenario donde se pueda hacer eco a las enseñanzas de la Doctrina Social de la Iglesia (D.S.I) iniciando desde la familia como modelo donde se ha fundamentado el estado (hoy atacada y no tenida en cuenta) hasta llegar a la participación de los asuntos temporales donde es necesario seguir sentando palabra y testimonio del querer de Dios como lo es la vida digna de todos sus hijos.
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Dichosos los que construyen la paz, porque Dios los llamará sus hijos. (Mt 5,9)
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lunes, 22 de abril de 2013

La Hermenéutica en la Sagrada Biblia






Después de escuchar la explicación de la importancia de la Hermenéutica en las Sagradas Escrituras, participa respondiendo: 
 ¿Qué importancia tiene el quehacer hermenéutico para comprender el Evangelio en la vida de un  joven de hoy?

Iglesia Evangelizada y Evangelizadora


La fe se fortalece dándola es por esto que todo cristiano desde su triple misión bautismal debe ser: Sacerdote, Profeta y Rey. 

Es hora de estar en misión permanente evangelizados y evangelizadores.

Ser Discípulo y Misionero es ir tras Aquel que es el Camino, la Verdad y laVida (Jn 14, 6)


¿ Qué nos da Cristo realmente? ¿Por qué queremos ser discípulos de Cristo? Porque esperamos en la comunión con ÉL la vida, la verdadera vida digna de este nombre, y por eso queremos darlo a conocer a los demás, comunicarles el don que hemos hallado en Él...Pero, ¿ Es esto así? ¿ Estamos realmente convencidos de que Cristo es el Camino, Verdad  y Vida?

De aquí la importancia única e insustituible de Cristo para nosotros, para la humanidad. Si no conocemos a Dios en Cristo y con Cristo, toda realidad se convierte en un enigma indescifrable; no hay camino y al no haber camino, no hay vida ni verdad.

Es por esto que Dios es en la persona de Jesucristo es realidad fundante, no es un Dios sólo pensado o hipotético según las necesidades de nuestras limitaciones, sino el Dios de rostro humano;  el Dios con-nosotros el Emmanuel, el Dios amor hasta la cruz que se entrega como ofrenda perfecta para la redención de nuestras faltas.

Solo quien experimenta este amor, puede comprender y dar una respuesta sin reservas a Aquel que desde siempre nos ha amado. 




domingo, 21 de abril de 2013

Ven y Sígueme

Bienvenidos a este espacio de reflexión donde a  los píes del Maestro escucharemos sus enseñanzas y haremos vida sus Palabras.


Todo bautizado está llamado  a ser discípulo y misionero de Jesucristo,  realidad  que nos invita a seguirle y conocerle para poder vivir en intimidad con Él y dar de este modo testimonio de su amor. Es por eso que quien asume su vida bautismal, como lo hicieron los Apóstoles cumplen el mandato misionero: "Id por todo el mundo y proclamad la buena nueva a toda la creación. El que crea y sea bautizado, se salvará " (Mc 16, 15) . Pues ser discípulos y misioneros de Jesucristo y buscar la vida en Él exige estar profundamente enraizados en Él.